Una línea
Desde que tengo uso de razón me gustó dibujar, pasaba horas dibujando encerrado en la habitación, acompañado permanentemente por música. Así emprendía mis viajes a diferentes mundos imaginarios. Me gustaba dibujar ciudades de países inventados; la mayoría de ellas, se desarrollaban sobre una costa frente a un mar o un lago, rodeadas de montañas o con algún accidente geográfico que hacía que la traza se hiciera más interesante. De esos dibujos no ha quedado nada, nunca los mostré, fue algo que quedó conmigo.
Pasaron ya varios años de aquellas anécdotas y el dibujo me sigue atrapando. Actualmente dirijo una galería de arte, y si tuviera que escribir sobre las producciones que pasaron por ella, seguiría eligiendo el dibujo.
Ya han transcurrido tres años desde el inicio de cstll569 como espacio y galería de arte; como cuando uno se dispone a dibujar, siempre comienza en una hoja en blanco, o cualquier otro soporte encontrado (como pasa la mayoría de las veces), cstll569, como le pusimos al espacio cuando en el inicio éramos seis o siete amigos que nos reuníamos a trabajar juntos, fue mutando hasta llegar a ser un lugar para mostrar producciones de artistas locales y de otros puntos del país. Este soporte -que en un tiempo atrás fuera una casa, un hogar- fue testimonio de muchas historias mínimas que han tejido relaciones y lazos, que han dibujado un destino de felicidad -o no-. Lo cierto es que en este soporte llamado casa comenzaron a dibujarse nuevas historias con otro significado y casualmente el dibujo fue lo que hilvanó todo este recorrido.
En aquellos días de inauguración y muestras, los muros de la casa se volvieron blancos, el jardín se vistió de multicolor y las puertas se abrieron para recibir los dibujos de Cecilia Ivanchevich. Dibujos plasmados en papel o en la pared y cuyo trazo, de una línea definida, nítida, de un contraste elocuente, línea que se hace mancha, que es geométrica; adquiere un destino incierto en un espacio infinito, de la misma manera que las estrellas en el espacio se despliegan en el caos de un orden infinito.
Y si despacio se trata, entrar en la caja blanca de la primer sala y encontrarse con un láser dibujando de manera geométrica a veces, y orgánica otras, al ritmo de sonidos producidos por el músico León Gruenbaum, mezclándose con dibujos que se activan con luz negra, producía una sensación de estar en otra dimensión, en otro lugar.
En las ciudades planteadas por Noel de la Cara & geri en la muestra Locos hijos de Locos realizada en un julio agitado -un par de años atrás- había también lugares que eran no lugares. Dos ciudades etéreas, abstractas, anónimas y misteriosas estaban dibujadas en la última sala. Metrópolis congestionadas de materia y volumen pero absolutamente vacías de contenido y significación.¿Quién podría vivir allí? Tal vez, esos personajes representados en una cruz de vida formada por diecisiete dibujos con gente desconocida -gente que da la espalda, gente que no mira, que niega, que no existe-, sean los habitantes de esas ciudades absurdas.
Noel de la Cara & geri son dos artistas de La Rioja, que trabajan juntos desde que se conocieron y desde el primer momento se hacen llamar así. Al igual que sus obras, ellos cuestionan al artista, modificando y distorsionando sus nombres reales y firmando las obras de a dos. Sus obras transmiten incomodidad, fastidio y contradicción; cuestionan a la realidad y a los límites, interpelando al espectador constantemente.
Quizás las ciudades de Noel de la Cara & geri son las mismas que yo dibujaba, de otra manera aunque también en ellas la gente estaba ausente...
Publicado en "Jardín, escritos sobre arte contemporáneo en Catamarca", Editorial vivir del aire, San Fernando del valle de Catamarca, 2015.
Foto de Portada
Imagen interior de la instalación lumínica en movimiento
Cecilia Ivanchevich
Cstll569 arte contemporáneo
2012